¿Para qué sirve la cárcel ? Es fácil responder desde el punto de vista práctico: Para amputar a una persona tiempo de vida en sociedad, proporcionando una fracción de muerte a los reclusos. Esta operación legal sobre el tiempo de la vida de una persona no proporciona reparación alguna a las víctimas ni a la sociedad, y no parece ofrecer respuestas reales a los delitos; ni mejorar las perspectivas del individuo de adaptarse a la vida "normal". Por el contrario: es generadora de problemas de difícil solución.

Dos miradas

Cualquier actividad cultural siempre es bienvenida por los detenidos, qué duda cabe. "Me despeja la mente" dicen, con razón, los jóvenes que pasan encerrados 23 horas al día en la Unidad 5 de Villa Urquiza.

Pero hay distintas expresiones culturales. No sirve de nada lo efímero de "llevarles" un espectáculo cada tanto. Mucho menos los tradicionales talleres de cotillón, inservibles para el mercado laboral extramuros. No hay mucho más para contar. La educación formal, diga lo que diga la ley de educación, está ausente en términos reales. El coro de Villa Urquiza es lo más serio que hay. Sin embargo, esta actividad controlada por el servicio penitenciario, plantea dudas ¿Se usa para disimular la realidad de la cárcel? ¿genera una imagen de bienestar de los presos que no es real? ¿muestra u oculta?. Hay otra experiencia, liberadora, autogestionada por los internos, donde pueden, con libertad, denunciar a la cárcel y comunicar su situación a la sociedad. El grupo de Teatro Gente Común, dirigido por Mariano Quiroga, que protagonizó en 2010 el exitoso estreno de La Casa de Bernarda Alba en el teatro Alberdi hoy ensaya "fuera", en el MUNT. La respuesta del servicio penitenciario es, en este caso, obstaculizar la participación de las actrices.

Hay que pensar en la seguridad de la población. Y para ello hay que educar para la vida en libertad (esa es la misión de la cárcel). Habilitar el contacto con el afuera, permitir las comunicaciones, el ajedrez, Internet, las frutas, la organización democrática, el teatro, la radio, el dinero, la vida sexual, los afectos, el trato humano, el amor.

Los presos de hoy son los desaparecidos de los 70. La frase no exagera la relación del Estado, la sociedad y el periodismo con las personas privadas de la libertad, y con sus familias, que son culpadas de no haber sabido educar a sus hijos. Pocos levantan la voz en defensa de los presos. Son invisibles. Sus reclamos se ahogan tras los muros mientras la sociedad mira para otro lado. Algo habrán hecho. Que se pudran en la cárcel.

A favor
PRIVATIZAR LAS CARCELES
Entre las alternativas en el mundo para adecuar el sistema carcelario a las necesidades actuales, en EEUU está en marcha la privatización del sistema carcelario: una empresa privada construye o remodela la prisión, y luego puede gestionar su administración. Sus defensores aseguran que se combinan calidad de construcción, eficiencia y calidad de administración y merma del costo preso-día. En el condado de Polk, Florida, el sheriff Grady Judd decidió  que los internos paguen su ropa interior. ("Esto no es el Hilton, no es un programa de ayuda humanitaria", afirmó Judd, según un cable de DPA, Esa medida y otras similares en EEUU han generado el rechazo de la Unión de Libertades Civiles Americana (ACLU) .

En contra
PRIVATIZAR LAS CÁRCELES

Los opositores a la privatización de las cárceles  opinan que es una nueva industria que como tal debe resultar rentable y en consecuencia se abandonará la prevención del delito para que existan cada vez más presos, con seguridad inadecuada y excesos de represión y violencia en general por parte de los responsables.
El director del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (Ilanud), Elías Carranza, advirtió: "sería un grave error tratar de resolver la situación de horror que se vive en los centros carcelarios de Latinoamérica privatizándolas, ya que resulta un negocio que agrava el problema penitenciario".